Frente a la rigidez de las normas y a su cumplimiento estricto algunos trabajadores asumen comportamientos disfuncionales con respecto a los objetivos de la organización. Algunos supervisores tienen necesidad de controlar todo, incluyendo las tareas sobre las que corresponde decidir a sus subordinados con el objetivo de evitar posibles errores, actuando por su cuenta en un intento por darles cierta protección y por temor a la incertidumbre. Para ello intentan introducir más y más normas, generalmente innecesarias para regular el cumplimiento de las tareas. Otros empleados llegan a una situación de frustración personal cuando no tienen probabilidades de de ascender a causa de su imposibilidad o incapacidad para manejar situaciones complejas, entonces su conducta se transforma en automática, cumpliendo con lo mínimo indispensable para no infringir las normas y mantener su cargo. Su fin se desplazó y pasó a ser cumplir las normas, dejando de lado el logro de los objetivos.