Etapa de la Intervencion del Coaching Ontologico (Parte 1)

Es importante reconocer que esta división del proceso de coaching en etapas tiene un propósito heurístico, útil para su enseñanza, pero no se da con igual claridad en la práctica. Es interesante notar que el tránsito de la etapa de la interpretación a la etapa de la intervención se manifiesta normalmente como un cambio de ritmo y emocionalidad en la conversación entre el coach y el coachado.

Para intervenir, el coach debe pararse fuera de la estructura de coherencia del coachado, desde juicios y emocionalidades diferentes a los que éste manifiesta.

La centralidad de la acción

Uno de los rasgos más sobresalientes del coaching ontológico es el carácter que le confiere a la acción humana. En la etapa de la intervención la acción deviene central.

En primer lugar, por cuanto el coach opera consciente del carácter activo y transformador de su palabra y la utiliza en esta dirección. En esta etapa el coach ya no tiene como objetivo principal el “hacer sentido” del coachado, sino que busca más bien ayudarlo a generar sentidos nuevos. Mientras en la etapa anterior, la palabra del coachado guiaba al coach en la construcción de su interpretación, en esta etapa la relación se invierte y es la palabra del coach la que guía al coachado en la construcción de nuevos sentidos. El carácter generativo del lenguaje ahora se hace patente.

En segundo lugar, la acción posee un papel protagónico no sólo por el papel activo de la palabra del coach, sino también porque esta palabra está dirigida a que el coachado pueda iniciar acciones que previamente le era posible tomar. El objetivo de la etapa de intervención es la expansión de la capacidad de acción del coachado.

En la etapa de la interpretación, uno de los objetivos del coach es captar la forma de ser del coachado a través de una indagación sostenida sobre sus experiencias, sus formas de actuar y de reaccionar frente a diversos acontecimientos. Su propósito es la progresiva construcción de una interpretación (una narrativa) sobre la forma de ser del coachado. En la etapa de intervención su objetivo es diferente. Contando con una interpretación sobre su forma de ser, el coach busca es ayudar al coachado a desplazarse hacia una forma de ser diferente. Para que ello suceda, es insuficiente que el coachado se limite a modificar sus interpretaciones. Modificándolas, ello debe inducirlo a modificar también su comportamiento, su manera de actuar. Al actuar de manera diferente, tanto él como los demás, cambiarán las interpretaciones sobre su ser. Habrá devenido en una persona distinta.

El segundo principio de la ontología del lenguaje -- el principio de la acción -- busca expresar de manera sucinta el punto anterior. Nos dice “No sólo actuamos de acuerdo a como somos, y lo hacemos. También somos de acuerdo a como actuamos. La acción genera ser”. En la etapa de la interpretación nos sustentamos en la primera frase de este principio. Buscamos la forma de ser del coachado que se revela en su actuar. Pero en la etapa de la intervención, seguimos la segunda parte del principio. Buscamos la generación de nuevas modalidades de ser a través de la acción.

Pasado, presente y futuro

La relación entre la acción y el ser se manifiesta en el peso relativo que tienen, en el proceso de coaching, pasado, presente y futuro. La centralidad de la acción hace del proceso de coaching una experiencia liviana, poco amarrada al pasado y fuertemente orientada hacia el futuro

Los seres humanos, mientras estén vivos, tienen la posibilidad de modificar el pasado, no a través de borrar lo ocurrido, cosa que no podemos, o incluso de modificar nuestras interpretaciones sobre ello, lo que sí nos es posible, sino generando nuevos acontecimientos. Estos nuevos acontecimientos van progresivamente engrosando nuestro pasado y, al hacerlo, modifican su significado.

El coaching ontológico suscribe una mirada que se compromete con la levedad del ser y en la que se le confiere a la acción y el futuro un papel preponderante.

El coaching ontológico mira también con mucha liviandad las historias que nos contamos. Nuestras historias suelen ser un esfuerzo de hacer sentido de lo que lo que ha acontecido y, como tal, suelen explicar, justificar, conferirle razones a lo ya ocurrido. Si bien frente al pasado no somos libres, si solemos serlo en el presente. La libertad sólo se conjuga en el presente. No tiene pretérito. El criterio que rige el presente no es sólo el de la necesidad, sino también el de la posibilidad. Y es en ese espacio, en el de la posibilidad, que se sitúa el coaching ontológico. De allí que el coach suele desconfiar de las historias que le cuenta el coachado para explicarse a si mismo y su comportamiento.

No olvidemos el primer principio de la ontología del lenguaje, el principio del observador. Este sostiene que realmente “No sabemos como las cosas son. Sólo sabemos como las observamos o como las interpretamos. Los seres humanos vivimos en mundos interpretativos”. Toda historia, toda explicación no es sino una interpretación posible, dentro de muchas otras. Nunca puede pretender ser la explicación verdadera.


La emocionalidad en el proceso de coaching

Hemos señalado que un objetivo importante del coach es permitir que el coachado pueda tomar acciones que no ha tomado en el pasado. Ello lo conducirá a nuevas modalidades de ser.

Ello normalmente implica dos desafíos difíciles. Por un lado, el coachado requiere sacrificar aspectos de su forma de ser pasada y presente. Ello involucra un desprendimiento del alma. Por otro lado, el coachado requiere también desplazarse más allá de sí mismo y cruzar sus propios límites, aquellos límites establecidos por su modalidad habitual de ser. Este desplazamiento le significa moverse del espacio cómodo y conocido de su ser al espacio incierto y desconocido de su no-ser. Cuando este desplazamiento es mirado desde el ser que somos, muchas veces adquiere la sensación de lanzarse a un precipicio, al vacío, al espacio de la nada en el que tememos desintegrarnos.

Siendo ésta la situación, cabe entonces preguntarse por las condiciones que resultan necesarias para que el coachado pueda efectuar dicho tránsito. ¿Cuales son las condiciones que lo hacen viable? ¿Cuales son aquellas que el coach debe proveer para que el coachado esté dispuesto a poner en cuestión su ser y optar por el devenir?

La condición de viabilidad más importante es la emocionalidad que requiere proveer el coach. El coach requiere tener claro que la salida del coachado a su quiebre lo confronta a éste con el desafío de tomar acciones que no suelen ser parte de su repertorio habitual de comportamiento. Para que pueda tomarlas, el coach requiere proveerle al coachado las disposiciones adecuadas -- y, por tanto, las emociones -- desde las cuales tales acciones devienen posibles.

Dentro de los factores emocionales más destacados se encuentra la confianza del coachado en el coach y el sentido de seguridad que éste último logre crearle para que se libere del miedo y se atreva a tomar las acciones que lo pueden conducir a hacerse cargo de su quiebre. Atento siempre a los requerimientos de confianza y respeto, por lo demás complementarios, el coach ha ido progresivamente desarticulando la estructura de coherencia del coachado, profundizando su crisis y acentuando la necesidad de hacerse cargo de ella.

De la misma manera, a ido colocando los apoyos necesarios para que éste se atreva a dar los pasos que lo conduzcan a un desplazamiento. Ello implica, por ejemplo, trabajar con algunos de los juicios maestros del coachado, disolviendo algunos, ablandando otros, sustituyendo varios, etc. Todo ese trabajo, característico de esta etapa de intervención, va produciendo las condiciones emocionales que, en un determinado momento, le permitirán al coachado comprometerse con las acciones que le son necesarias para resolver su quiebre.

La resolución de su quiebre estará siempre, en último término, en manos del coachado y no del coach. Éste ultimo sólo es responsable por facilitar el proceso que conduzca al coachado a emprender el tránsito.