Etapa de la Intervencion del Coaching Ontologico (Parte 2)

El coaching ontológico como arte y como política

Las cuestiones que se someten al coaching ontológico no tienen “una” solución, siempre permiten múltiples resoluciones. No existe un sólo camino; hay todo un espectro de caminos posibles.

El coach requiere desplazarse con un alto grado de libertad. Su desenvolvimiento estará condicionado no sólo por el conocimiento de estos principios, sino por muchos otros factores. Entre ellos destacan su propia experiencia de vida, su intuición, su confianza en sí mismo, su apertura al otro, su competencia para indagar y escuchar al coachado, su capacidad para corregir sus presupuestos iniciales o simplemente desprenderse de ellos, su aptitud para desenvolverse teniendo en la mano simultáneamente varias interpretaciones posibles, su paciencia para esperar sin desesperarse, su talento para observar y generar emociones, su sensibilidad personal, etc.

Esta dimensión creadora del coaching, tan dependiente de la sensibilidad personal del coach -- al punto que lo que éste hace en su interacción con el coachado muchas veces pareciera llevar su firma -- sin duda lo acerca a creación artística

Por otro lado, también cabe mirar al coaching como una de política del alma humana en la que la dimensión artística antes subrayada se pone al servicio de generar posibilidades y de trazar caminos viables, senderos conducentes, para lograr la realización de ideales de vida, de sueños, fantasías y aspiraciones, y de nuevas modalidades de convivencia. La política, no lo olvidemos, ha sido magistralmente definida como “el arte de lo posible”.

El coach debe escuchar los juicios y las emociones que buscan ganar nuevos espacios y procurar conferirles una legitimidad y carta de ciudadanía a la que muchas veces no han tenido acceso. Su trabajo consiste en facilitar que el coachado pueda iniciar un proceso de desarticulación de antiguas coherencias y de rearticulación de nuevas configuraciones que le permitan encarar en mejor forma sus desafíos y ganar para sí una mayor satisfacción. Este proceso lo concebimos como una política del alma humana.

Muchas veces acontece que el trabajo del coach se oriente a buscar un punto de inflexión donde concentrará su esfuerzo de intervención. Normalmente se trata de localizar un determinado juicio maestro en cuyo alrededor se aglutinan otros juicios y una gama de emociones, haciendo de obstáculo principal para la resolución del quiebre seleccionado. El coach intuye que de lograr desmontar ese juicio, ello puede generar un efecto importante de rearticulación de la estructura de coherencia del coachado

Estrategias de intervención

No existe “una” estrategia correcta de intervención. Sin embargo, es conveniente enfatizar que el coach puede escoger siempre tres caminos de intervención. Los tres caminos o dominios a los que nos referimos son el lenguaje, la emocionalidad y la corporalidad. En la estructura de coherencia del coachado los tres están comprometidos.

La experiencia nos muestra que a menudo resulta más difícil trabajar desde el mismo dominio al que pertenece el obstáculo que deseamos disolver. En ese dominio el coachado suele haber desarrollado sus mayores defensas y podemos encontrar una mayor resistencia al cambio. Al dirigir la intervención a través de los otros dos dominios, sus resistencias suelen ser menores y posiblemente comprobaremos que, desde posturas corporales diferentes, su apertura a revisar juicios y cambiar su emocionalidad aumenta.

Un segundo criterio en la estrategia de intervención guarda relación con la dinámica emocional de la interacción de coaching. Así como la sintonía emocional entre el coach y el coachado es muy importante para la etapa de la interpretación, pues ayuda a la apertura del coachado e incide en la generación de confianza, ello no es siempre válido para la etapa de la intervención. En ésta última, suele ser importante que el coach pueda sustraerse de la emocionalidad del coachado y se coloque en un espacio emocional diferente, asegurando no comprometer ni el respeto ni la confianza. Vamos a un ejemplo. A menudo el coachado se relaciona con su quiebre desde la gravedad. En la medida que el coachado pueda entrar en ese espacio emocional de mayor liviandad, su apertura a la transformación aumentará. Hay circunstancias en las que el coachado se relaciona con su quiebre desde el cinismo. Declarando algo como un quiebre, lo maneja como si realmente no le importara. Una estrategia efectiva para el coach es evitar caer en el cinismo del coachado y operar afirmando una emocionalidad de seriedad ante ese mismo quiebre. Al hacerlo, podrá incrementar el sentido de responsabilidad del coachado. En ambos casos, vemos la importancia de que en la etapa de intervención el coach pueda hacer de contrapunto emocional del coachado.

La “incorporación” de lo aprendido en el coaching

Hemos sostenido que el coaching es una experiencia de aprendizaje. Como todo aprendizaje, requiere por lo tanto que aquello de nuevo que se ha producido se mantenga y no se disuelva inmediatamente después. Es necesario que el aprendizaje “se haga cuerpo” de tal manera que se transforme en una manera habitual de ser y en repertorios de acción que se realicen con creciente transparencia. Esto lo llamamos el proceso de “incorporación” que se caracteriza por “hacer cuerpo” el aprendizaje (“embodiment”).

Se recomienda instituir algunas modalidades de seguimiento en las que el coach pueda evaluar progresos y regresiones con respecto a lo alcanzado en las sesiones de coaching iniciales. Pero además del seguimiento, los requerimientos de “incorporación” suelen plantear algunas exigencias en el momento del cierre de una interacción de coaching.

El cierre de la interacción

Toda interacción de coaching debe llegar a término. Llega un momento en la que ésta debe cerrarse. Corresponde plantearse entonces, ¿cuando es ese momento? Nuevamente, esta es una respuesta que descansa fuertemente en el discernimiento del coach. No hay un punto claro en el proceso en que pareciera que emerge una señal diciendo “Pare”, como la que encontramos cuando manejamos.

El cierre es un proceso en el que el coach requiere “hacerse cargo” del coachado para poder llegar al término de la interacción. No lo olvidemos, el coaching es un proceso fundado en el amor.

Cuando ello sucede, suelen registrarse algunos hechos de importancia que pueden ser utilizados como indicadores de término. Dentro de estos indicadores nos interesa destacar tres. En primer lugar, se suele observar una transformación en el tipo de observador que es el coachado. Al finalizar el proceso de coaching, éste observa su quiebre con otros ojos y gana el juicio de que tiene un camino para hacerse cargo de él. La interacción ha producido un importante desplazamiento en él.

En segundo lugar, y muy relacionado con lo anterior, se constata una importante modificación en la emocionalidad del coachado. Obviamente esto es una manifestación del cambio del observador. Sin embargo, queremos destacarlo por separado pues representa una de las señales más visibles que el coachado le emite al coach. Pareciera que le hubieran levantado un peso de su espalda. Su postura, su cara, sus ojos expresan este cambio de emocionalidad. El coach percibe que el coachado ha ganado una mirada diferente con respecto al futuro.

Por último, el coachado muestra el compromiso de volcarse a la acción y tomar las medidas que le permitirán encarar su quiebre. Suele ser importante que el coach se asegure que la transformación de observador que se ha registrado sea capaz de llevarse a la acción y que, por lo tanto, logren identificarse acciones concretas a realizar.

Es importante que coach esté consciente que existe una diferencia importante entre el espacio en el que se desarrolló el coaching y el espacio en el que el coachado tendrá que actuar. Acciones que aparecen posibles en uno, puedo mostrarse bastante más difíciles en el otro, donde el coachado se encuentra solo, sin el apoyo del coach. En este último espacio, el de la vida efectiva, pueden por lo demás suceder cosas que no siempre logran ser anticipadas en la interacción de coaching.

Acciones posteriores al cierre

Lo anterior nos muestra que la interacción de coaching no siempre finaliza en el momento del cierre. Luego que la interacción se dió por terminada, suele ser conveniente que el coach vuelva su mirada y constate lo que sucedió luego del cierre.

.En resumen, el coach debe tener presente que los efectos de su interacción se proyectan más allá del cierre y muchas veces de maneras que le pueden resultar impredecibles. Es importante, por lo tanto, que verifique cuales fueron estos efectos de manera que pueda hacerse cargo de ellos. Ellos siguen siendo efectos sobre los cuales tiene responsabilidad.