Situación de discurso

Se llama situación de discurso al conjunto de las circunstancias en medio de las cuales se desarrolla un acto de enunciación (escrito u oral). Tales circunstacias comprenden el entorno físico y social en que se realiza ese acto, la imágen que tienen de él los interlocutores, la identidad de estos últimos, la idea que cada uno se hace del otro ( e inclusive la representación que cada uno posee de lo que el otro piensa de él), los acontecimientos que han precedido el acto de enunciación (sobre todo las relaciones que han tenido hasta entonces los interlocutores y los intercambios de palabras donde se inserta la enunciación).
Estas circunstancias también reciben a veces el nombre de contexto. Pero es más cómodo reservar este último término para el entorno estrictamente lingüístico de un elemento (de una palabra, por ejemplo, o de una unidad fónica) en el interior de un enunciado, es decir para la serie de elementos que lo preceden y lo siguen en ese enunciado (en términos más académicos: los sintagmas, a los que pertenece).
Sintagma: es una agrupación lineal de palabras relacionadas entre sí alrededor de un núcleo y organizadas de acuerdo con las reglas gramaticales de una lengua.
Es obvio que la gran mayoría de los actos de enunciación (quizá todos) son imposibles de interpretar si sólo se conoce el enunciado empleado y se ignoran las circunstancias de la situación: los motivos y los efectos de la enunciación se perderán, pero sobre todo ( y esto es lo único a que nos referiremos aquí) será imposible describir correctamente el valor intrínseco de la enunciación, inclusive las informaciones transmitidas.
El conocimiento de la situación puede ser necesario:
- Para determinar el referente de las expresiones empleadas. El caso de los deícticos, que designan objetos situándolos con relación a los interlocutores. Pero esto también es válido para casi todos los nombres propios e inclusive para muchas expresiones que, sin embargo, están introducidas por un artículo definido.
- Para elegir entre diferentes interpretaciones de un enunciado ambiguo. Se elige entre los dos sentidos “Pedro alquiló un auto esta mañana”, según se sepa que Pedro posee o no automóviles.
- Para determinar la naturaleza del acto de habla cumplido. (la naturaleza de un acto de habla, o bien su valor ilocutorio, es muy diferente de su efecto real o esperado). El enunciado “Tú irás a Paris mañana” se entenderá como una promesa, como una información o como una orden, de acuerdo con las relaciones existentes entre los interlocutores y el valor que éstos adjudican al hecho de ir a Paris (el papel de la entonación, aunque indiscutible, no parece bastar ni dispensa de la necesidad de recurrir a la situación).
- Para precisar el carácter, normal o no, de una enunciación: un determinado enunciado, normal en ciertas situaciones, está desplazado en otras y adquiere así un valor particular (en estas situaciones deberá describírselo como preciosista, enfático, pedante, familiar, grosero...).
Por todos estos motivos, parece difícil decir que la situación no interesa al lingüista, aun si se admite que el lingüista estudia los enunciados mismos, y no los actos de enunciación particulares. Porque ¿como describir un enunciado sin decir qué carácter adquiere en los diferentes tipos de situaciones en que puede empleárselo? Aun considerando el enunciado al margen de la situación, con mucha frecuencia es preciso caracterizarlo con relación a situaciones posibles.
Inclusive cuando hay que describir el simple contenido de las palabras, B. Pottier cree necesario introducir en ellas ciertos rasgos, los virtuemas, rojo posee el virtuema “peligro”.
Pero una vez reconocida la importancia de la situación que de hecho tiene la situación, queda por saber qué importancia ha de reconocérsele por derecho en una teoría general del lenguaje. Para casi todos los los lingüistas, es posible y deseable, en un primer tiempo de la descripción lingüística, prescindir de toda consideración sobre la situación, sin perjuicio de hacer intervenir después, como un factor independiente y suplementario, lo efectos situacionales. Lo cual equivale a decir que la situación concierne al habla y no a la lengua o, al menos, a una región marginal de la lengua, muy cercana a su transformación en habla. La dependencia del enunciado con respecto a sus situaciones de empleo sería, pues , un fenómeno si no acidental, por lo menos secundario, que respondería sobre todo a un afán de economía. Pueden ofrecerse diversos argumentos en apoyo de esta actitud:
- Una de las funciones escenciales de la lengua es que permite hablar de cosas en su ausencia ( y de este modo actuar sobre ellas “a distancia). Este poder de abstracción simbólico ¿es comoprensible si los enunciados no pueden describirse prescindiendo de sus condiciones de empleo?
- Supongamos que un enunciado E tenga las significaciones e’ y e’’, según la situación en que es empleado comporte o no el carácter C. En ese caso siempre pueden construirse dos enunciados E’ y E’’ que siempre poseerán los valores e’ y e’’, independientemente del carácter C. Así, los tres valores ilocutorios de que es susceptible, según la situación, el enunciado “Tu irás a Paris Mañana” pueden obtenerse con ayuda de tres enunciados que no exigen esa misma referencia a la situación (ej: “ Te ordeno que vayas a Paris mañana”). Asimismo, siempre es posible, en rigor, designarse a sí mismo sin recurrir a la situación de discurso y al hecho de que se es el locutor, y por consiguiente, sin necesidad de decir yo (el autor de una carta anónima puede mencionarse a sí mismo mediante un nombre propio). De manera más general, las lenguas naturales poseen un rasgo que las distingue de todas las lenguas artificiales: todo lo que puede pensarse puede expresarse en ellas (Hjelmslev hace inervenir este rasgo en la definición del lenguaje humano). Por consiguiente, si la interpretación de un enunciado toma ciertos elementos de la situación, basta con formular esos elementos y con agregar esta formulación al enunciado incial para que este se libere de la situación. Entonces parece razonable presentar la referencia a la situación como una especie de artificio, como un procedimiento que permite abreviar el discurso, pero que nada tiene de esencial para el lenguaje mismo, puesto que el lenguaje siempre suministra los medios para evitarlo.
- Un argumento práctico en favor de esta actitud: el número de contextos posibles para un enunciado es infinito e innumerable. Por lo tanto, sería una tarea imposible aspirar a describir todos los matices de sentido que puede tomar un enunciado según la diversidad de las situaciones. La simple prudencia aconseja describir primero el enunciado independientemente de sus empleos y considerar como un refinamiento ulterior a esa descripción el estudio de los efectos situacionales.
A esos diferentes argumentos puede responderse:
- La posibilidad de acción simbólica ofrecida por la lengua implica sin duda que se pueda hablar de una cosa o de una situación en su ausencia, pero no que se pueda hablar de la ausencia de toda cosa o de toda situación. Del hecho de que el lenguaje aporta consigo un poder relativo de abstracción no puede concluirse que pueda ejercerse en un aislamiento absoluto.
- Admitamos que cuando una información toma la situación ciertos elementos informativos, siempre se puede incorporarlos al enunciado mismo, alargándolo y complicándolo. Pero aun cuando la información global se conservara, el modo de presentación de esa información y, por consiguiente, el valor del acto de enunciación correrían el riesgo de transformarse por completo.
Se advertirà así la diferencia que existe entre el acto de presentar explícitamente una información y el de hacer alusión a ella. La alusión exige:
a) Que el oyente ya estè en posesión de la información,
b) Que el locutor lo sepa.
Por lo tanto, la alusión supone e introduce entre los personajes del diálogo una especie de complicidad, extraña a la formulación explícita.








Bibliografía
Diccionário enciclopédico de las ciencias del lenguaje. Autor Oswald Ducrot, Tzvetan Todorov. Editorial Siglo XXI Editores. 1ª edición 1974 / 17ª edición 1995.