Condecir el equilibrio ambiental, la equidad social y la rentabilidad. ¿Reto o utopía?

Convenir, concertar o guardar armonía entre el equilibrio ambiental, la equidad social y la rentabilidad, parece poco menos que una utopía, un tema como de agua y aceite que literalmente ejemplificaría ambiente y economía. Muy positivamente se podría decir que es un reto en el mundo actual en el que se está sopesando y resintiendo los efectos de siglos enteros, en los que la inercia de la productividad y el consumo parecen tener un cauce indetenible. En otras palabras, no estamos hablando más que del desarrollo sustentable.

Como se ha revisado a lo largo de esta asignatura, el acceso a las fuentes de energía ha sido una búsqueda alquimista de la productividad en los últimos cuatro siglos, misma que ha ocasionado significativos efectos ambientales y sociales.

Acentuado en el actual contexto del Cambio Climático, la variable ambiental y la variable energética se funden un una misma ecuación, cuyo rumbo puede ser determinante en el presente siglo, ya que, en nuestra llamada civilización industrial, se depende aún de los combustibles fósiles que son los más grandes emisores de dióxido de carbono (CO2), (carbón, gas y petróleo), con especial énfasis en el petróleo, como fuente de energía primaria que a la postre es el más importante de los gases efecto invernadero.

La historia en estos temas nos remite inevitablemente a la Revolución Industrial, en la cual se empezó a alterar significantemente el equilibrio ecológico, dando paso al calentamiento global como un problema.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el petróleo crudo pasó a sustentar el exponencial crecimiento económico-industrial del primer mundo. La abundancia de este recurso y el bajo costo por el que podía ser adquirido, lo hacían aún más atractivo, por lo menos durante tres décadas.

El petróleo ha llegado a convertirse en el componente más importante como fuente energética mundial, con el 40% de toda la energía empleada, es decir, casi la mitad del mundo se mueve gracias al petróleo. Ante ello, esta demás hablar sobre la importancia económica y social que representa, aunque no lo sea en materia ambiental. Este planteamiento nos remite nuevamente a la idea de que, sí es posible condecir el equilibrio ambiental, la equidad social y la rentabilidad, ya que el cuidado del ambiente va en sentido contrario a la renta.

Entonces, ¿qué podemos hacer?, si el 85% de las necesidades energéticas del mundo son cubiertas por combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón), principales emisores de CO2; y más aún, si la demanda de energía seguirá aumentando debido a que el modelo económico predominante en el mundo, (en un entorno globalizado) estimula cada vez más altos estatus de vida para una población mundial también en aumento, en un contexto donde la mayor parte de la población mundial es pobre y está en una búsqueda constante de salir de la pobreza y el subdesarrollo, y la minoría rica procurará mantener o aumentar su alto nivel de vida y alcance de satisfactores.

El principal punto de análisis debería ser que, de seguir con esta tendencia en las próximas décadas, se continuará dependiendo de los combustibles fósiles, particularmente del petróleo. Se estima que entre 2004 y 2030 el consumo de energía a nivel mundial se incrementará en un 57%17 y el consumo de petróleo aumentará en varios millones de barriles al día. En contraparte, las energías renovables representarían un bajo porcentaje del abastecimiento energético.

Ante estos posibles escenarios, es claro que se debe apostar por las energías renovables o también llamadas limpias. Jefes de estado en los últimos años han procurado un discurso ambientalista en pro de las energías "limpias" para enfrentar el cambio climático.

Lo anterior actualmente resulta poco eficiente en la práctica, y sobre todo poco rentable; quizá a lo más que podremos aspirar en el caso del transporte, es a que se desarrollen vehículos que ofrezcan un mejor rendimiento por litro de combustible, lo que nos plantea un escenario donde el periodo de transición para pasar de fuentes de energía hechas a base de petróleo, a una nueva era de energías limpias, podría durar décadas. Con lo cual, como ya se dijo, el uso del petróleo y combustibles fósiles aumentaría, ya que las medidas paliativas no son suficientes ante la amenaza y efectos contaminantes que degradan el planeta.

Ante estos escenarios, la realidad nos habla de que los avances y esfuerzos que se han realizado por diversificar las fuentes de energía a nivel mundial, no son suficientes o no encuentran el cauce correcto para ser desarrollados; ya que, se sigue y se seguirá dependiendo de los combustibles fósiles, por lo menos hasta mediados del presente siglo y probablemente más.

En esta época unos de los temas más comunes en espacios académicos son globalización, calentamiento global, la equidad social y la sustentabilidad, variables de mucho alcance, de difícil conciliación entre ellas, pero indisolublemente relacionadas. Las fuentes de energía como hace cuatro siglos, siguen siendo una de las principales razones del problema ambiental. La relación economía-ambiente-equidad social está más efervescente que nunca, un verdadero dilema, ya que las llamadas de alerta ante la crisis ambiental y social están pasando a ser un caos ambiental que conlleva el colapso del planeta.

En cuanto a lo anterior, Leticia Colín opina: “La causa mayor del deterioro continuo del medio ambiente global es el insostenible modelo de producción y consumo, particularmente en los países industrializados. En tanto que en los países en desarrollo la pobreza y la degradación ambiental están estrechamente interrelacionados”

La denominada eco-eficiencia plantea la reducción del impacto ambiental negativo y el desarrollo integral de los recursos humanos, así como de la comunidad local con aspiraciones a un crecimiento económico con aumento de la productividad con equidad social y equilibrio ecológico.

La eco–eficiencia por tanto, busca reducir materiales en la elaboración de productos, incrementando su durabilidad y rentabilidad por medio de recursos renovables que propicien el reciclaje y reduzcan el consumo energético en su fabricación. Por tanto, en las estrategias de las empresas deben integrarse estos conceptos de forma tal que lejos de ser una desventaja sean una ventaja competitiva sostenible a sus productos.